Introducción
Seguramente has oído: «tengo una contractura» cuando alguien tiene dolor y/o sensación de rigidez en la zona lumbar o cervical pero, ¿realmente es así?
¿Están los tejidos más rígidos o «contracturados» cuando hay esa sensación?
Además, ante la palabra contractura piensas en un músculo acortado o «agarrotado» donde las fibras musculares (de actina y miosina) están entrecruzadas. Fíjate en la parte de abajo de la imagen 1. Pero, en realidad eso no es lo que ocurre, como aprenderás a continuación.

Imagen 1. Arriba: músculo relajado con las fibras de actina y miosina separadas.
Abajo: músculo contraído con las fibras de actina y miosina entrecruzadas.
Experimento
Para ver si realmente hay una relación entre lo que los pacientes con dolor y rigidez sienten y lo que ocurre en los tejidos, los investigadores Stanton y colaboradores hicieron los siguiente experimentos comparando sujetos con dolor y rigidez contra sujetos sanos:
- Analizaron la diferencia en la tensión de la espalda midiendo el desplazamiento de los tejidos ante una presión objetiva de 60N aplicada con una especie de pistón (imagen 2). Encontraron que las propiedades mecánicas (desplazamiento de tejidos) fueron iguales entre sujetos con dolor y rigidez, y sanos. O sea, no hay diferencia real en la rigidez de los músculos entre sujetos con dolor y sujetos sanos. A pesar de tener una sensación real de tensión, rigidez o contractura.
- Con el mismo aparato aplicaron presiones crecientes de 50 a 70N. Según la sensación que notaran, los participantes tenían que puntuar del 0 al 100, donde 0 es nada de rigidez y 100 rigidez máxima. Los sujetos con dolor y rigidez sobre-estimaron la sensación de rigidez respecto a los sanos. Es decir, puntuaban más porque sentían más presión, aunque la presión era la misma. Por el contrario, también discriminaron mejor diferentes presiones, posiblemente por mecanismos relacionados con la hipervigilancia. Interesantemente, los sujetos que se sentían más rígidos eran los que sobre-estimaban más la presión. En otras palabras, los sujetos con dolor y rigidez son más sensibles a la presión.
- Aplicaron fuerzas de 60N al mismo tiempo que: a) un ruido de bisagra vieja o b) un ruido de soplido. Los sujetos reportaban más presión con el ruido de bisagra vieja que con soplido, aunque sin diferencias entre sujetos con dolor y sanos. Este hallazgo sugiere que una señal «negativa» o nocebo amplifica el dolor. Esas señales pueden ser «mi espalda cruje o roza al moverme».

Imagen 2. Imagen del pistón de presión y la organización del paciente.
Imagen de Stanton TR y cols. Scientific Reports. 2017
Interpretación del estudio.
Los puntos más destacables de este estudio son:
- No hay diferencia real en la tensión de los músculos en personas con sensación de rigidez comparado con sanos.
- Las personas con dolor y rigidez son más sensibles a la presión.
- Un contexto negativo (oír un ruido de crepitación) aumenta la experiencia de dolor.
En general existe una visión biomédica del dolor que implica que el dolor está causado por un daño de un tejido. No obstante, la evidencia científica ha puesto en duda esa visión tan simplista. En la actualidad se considera al dolor como una experiencia compleja donde influyen factores biológicos, psicológicos y sociales. Es lo que se conoce como abordaje biopsicosocial.
Factores en el dolor
- Biológicos: daño del tejido, inflamación en el tejido o sistema nervioso.
- Psicológicos: miedo al dolor/movimiento, las experiencias previas negativas, la ansiedad o la depresión, entre otros.
- Sociales: creencias como pensar que doblar la espalda para coger un objeto pesado es peligroso, que la mala postura produce dolor o que el desgaste conduce al dolor.
Teniendo en cuenta todos esos factores, entenderás que para tratar a una persona con dolor crónico no es suficiente centrar la atención en las articulaciones o huesos, sino tener en cuenta los otros componentes del paradigma biopsicosocial.
Por las razones expuestas es tan importante la educación del paciente, parte fundamental del proceso de curación.
Este experimento añade información a otros trabajos que demuestran que la experiencia de dolor no siempre está relacionada con el estado de los tejidos. En concreto, tener la sensación de que tienes rigidez o tensión no es porque el músculo esté tenso, sino porque el cerebro genera esa experiencia para protegerte.
¿Por qué se genera ese mecanismo de protección?
Hay muchas razones, pero una de ellas puede ser que los músculos de tu espalda no estén preparados para soportar el trabajo al que los sometes diariamente.
Ante estos síntomas lo habitual es pensar que hay que «relajar» o «descargar» los músculos porque están «contracturados» o «cargados». La realidad es que abordar el problema con esa visión solo produce resultados mediocres a corto plazo. La solución a largo plazo está en mejorar la capacidad de trabajo o carga de esos músculos con un programa personalizado de ejercicio terapéutico.
Conclusión
Este estudio sugiere que la sensación de contractura o rigidez que seguramente has experimentado cuando has tenido dolor es una experiencia generada por el cerebro como mecanismo de protección pero sin una tensión, rigidez o acortamiento real del tejido. Adicionalmente, el tratamiento efectivo no es «relajar» o «descontracturar» el músculo sino mejorar la capacidad de trabajo de éste.